viernes, 22 de julio de 2016

La historia interminable de Michael Ende

Cogió el libro y lo miró por todos lados. Las tapas eran de color cobre y brillaban al mover el libro. Al hojearlo por encima, vio que el texto estaba impreso en dos colores. No parecía tener ilustraciones, pero sí unas letras iniciales de capítulo grandes y hermosas. Mirando con más atención la portada, descubrió en ella dos serpientes, una clara y otra oscura, que se mordían mutuamente la cola formando un óvalo. Y en ese óvalo, en letras caprichosamente entrelazadas, estaba el título
                                        LA HISTORIA INTERMINABLE
Las pasiones humanas son un misterio, y a los niños les pasa lo mismo que a los mayores.
Los que se dejan llevar por ellas no pueden explicárselas, y los que no las han vivido no pueden comprenderlas. Hay hombres que se juegan la vida para subir a una montaña. Nadie, ni siquiera ellos, puede explicar realmente por qué. Otros se arruinan para conquistar el corazón de una persona que no quiere saber nada de ellos. Otros se destruyen a sí mismos por no saber resistir los placeres de la mesa... o de la botella. Algunos pierden cuanto tienen para ganar en un juego de azar, o lo sacrifican todo a una idea fija que jamás podrá realizarse. Unos cuantos creen que sólo serán felices en algún lugar distinto, y recorren el mundo durante toda su vida. Y unos pocos no descansan hasta que consiguen ser poderosos. En resumen: hay tantas pasiones distintas como hombres distintos hay. La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros.
Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado...
Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito...
Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amar
gas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido...
Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces. Miró fijamente el título del libro y sintió frío y calor a un tiempo.
Eso era, exactamente, lo que había soñado tan a menudo y lo que, desde que se había entregado a su pasión, venía deseando: ¡Una historia que no acabase nunca! ¡El libro de todos los libros!
¡Tenía que conseguirlo, costase lo que costase! ¿Costase lo que costase? ¡Eso era muy fácil de decir! Aunque hubiera podido ofrecerle más de los tres marcos y cincuenta pfennig que le quedaban de su paga..., aquel antipático señor Koreander le había dado a entender con toda claridad que no le vendería ningún libro. Y, desde luego, no se lo iba a regalar. La cosa no tenía solución...
Y, sin embargo, Bastián sabía que no podría marcharse sin el libro. Ahora se daba cuenta de que precisamente por aquel libro había entrado allí, de que el libro lo había llamado de una forma misteriosa porque quería ser suyo, porque, en realidad, ¡le había pertenecido siempre!
Bastián escuchó atentamente el murmullo que, lo mismo que antes, venía del despacho.
Antes de darse cuenta de lo que hacía, se había metido muy deprisa el libro bajo el abrigo y lo sujetaba contra el cuerpo con ambos brazos. Sin hacer ningún ruido, se dirigió a la puerta de la tienda andando hacia atrás y mirando entretanto temerosamente a la otra puerta, la del despacho. Levantó el picaporte con cautela. Quería evitar que las campanillas de latón sonaran y abrió la puerta de cristal sólo lo suficiente para poder deslizarse por ella. Silenciosa y cuidadosamente, cerró la puerta por fuera. Y sólo entonces comenzó a correr.
Puedes leer la historia completa pinchando aquí: La historia interminable

martes, 19 de julio de 2016

Un mostruo en mi ventana


Doce de la noche. Conor se despierta después de haber tenido la misma pesadilla de todos los días desde que su madre comenzó con el tratamiento, pero algo ha cambiado: esta noche un monstruo le espera en el jardín de su casa. El árbol viejo y robusto que antes veía desde la ventana de la cocina ahora tiene brazos, piernas y una cara aterradora. El monstruo no quiere asustarle, tan solo busca una cosa: la verdad, aquello que Conor más teme contar.

Conor tiene trece años y no está pasando por un buen momento: su madre está enferma de cáncer, sufre acoso escolar y, por si fuera poco, su padre vive en América, donde ha conocido a otra mujer. Lo único que Conor desea es que la visita del monstruo signifique el fin de esta pesadilla.

La idea en torno a la que gira la obra es de Siobhán Dowd, autora de varios libros juveniles, alguno de ellos galardonado con varios premios importantes en el mundo de la literatura. Por desgracia, falleció en 2007 dejando sin acabar un libro que ya tenía personajes, premisa y un comienzo. Patrick Ness ha sabido dar forma a todo ello y ha conseguido crear un relato fascinante.
En un primer momento, parece que estamos ante una historia de terror, pero lo que realmente nos espera es una trama verdaderamente profunda, que mezcla a la perfección la fantasía con la más cruda realidad. Con un lenguaje sencillo y al alcance de cualquier público, Patrick Ness nos hace reflexionar y detenernos un rato a pensar antes de pasar al siguiente capítulo. Su estilo es, sin duda, impecable, y consigue que la lectura sea muy ágil y no se haga pesada en ningún momento.
En lo que respecta a los personajes, al principio puede que te cueste empatizar con alguno de ellos, sobre todo con Conor, que tiene una actitud distante y parece muy maduro para su edad, pero poco a poco y a medida que te adentras en la historia, comienzas a entender por lo que está pasando nuestro protagonista y acabas comprendiendo su actitud. Seguro que más de uno se siente identificado con él.
Un libro que te emocionará, te hará reír y te hará llorar, pero sobre todo, te hará disfrutar. No lo dejes pasar.

 
En unos meses podemos ver la película realizada por nuestro internacional director de cine Juan Antonio Bayona (Lo imposible, El orfanato). Él dirige este drama fantástica basado en este libro titulado originalmente "A monster calls" cuyo autor, Patrick Ness, también escribe el guión del film. La película cuenta con la presencia de actores internacionales como Felicity Jones (La teoría del todo, The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro), Liam Neeson (Una noche para sobrevivir, Mil maneras de morder el polvo), Sigourney Weaver (Exodus: Dioses y reyes, Convención en Cedar Rapids), Toby Kebbel (Cuatro Fantásticos, El consejero), Geraldine Chaplin (El orfanato, Encontrarás dragones), además del joven actor Lewis MacDougall (Pan: Viaje a Nunca Jamás) como el niño protagonista.
 
 
No estaría mal leer el libro antes de ver la peli. Seguro que la disfrutamos más.

domingo, 10 de julio de 2016

La capa del revés

Aurora tenía la fea costumbre de sacar las muñecas de sus cajas cuando acudía con su familia a  cualquier juguetería. En el momento en el que no se sentía observada, y creyéndose oculta dentro de una burbuja magnética invisibilizadora activada por sus superpoderes de superheroína, procedía a despegar el celo de la solapa de cartón y luego hurgaba por detrás, comprobando que la muñeca no llevaba capa de superheroina. Al no hallarla, fruncía el ceño, sobre todo cuando un apuesto príncipe de plástico le miraba sonriendo dentro de su caja sobre la estantería de enfrente.  
-        -  ¡Es injusto! Los príncipes siempre llevan capa de superhéroe. – resoplaba al final bastante enfadada.
La semana pasada su abuela Trini le regaló una princesa de las nieves. Aurora comprobó de inmediato si llevaba capa de superheroina abriendo con fruición la caja.
-          ¡Oh, qué capa tan corta! – exclamó la niña.
-          La muñeca lleva una capa de armiño. – replicó la abuela – Era un símbolo de distinción entre la realeza.
Aurora puso un gesto de desconcierto, pasando luego a modo enfado juntando las cejas con tal fuerza que pareciera que le fuera a salir disparado un rayo láser en forma de V contra la muñeca. Aún recordaba cuando el año pasado ocurrió algo similar con una princesa mejicana, solo que en vez de llevar capa de armiño llevaba poncho ranchero.  Entonces la niña miró a su abuela y le dijo:
-          Gracias, abuela. Me gusta tu regalo. – esto lo dijo porque se dio cuenta de que estaba siendo muy desagradecida. Todas las princesas que su abuela conocía llevaban capa aunque como la suya: una preciosa mañanita de ganchillo. Quizás ella no conociera de la existencia de las capas voladoras. La niña resopló y permaneció hundida en el respaldo del sillón con su nueva muñeca en las manos.
Su madre, que la había estado observando desde la cocina mientras limpiaba, se acercó a la niña, se quitó el delantal y se lo colocó por detrás, sobre la espalda, a modo de capa, luego le ató con cuidado el nudo de la prenda y sonriendo le acarició el cabello diciendo:
-        -   Tú eres mi auténtica princesa.

En aquel instante, Aurora lo vio todo superclaro, como si tuviera rayos x en los ojos: su madre había estado colocándose mal aquella prenda, se había estado poniendo su capa del revés.
-      -    La verdad es que las mamás trabajan tanto que a veces no saben cómo colocarse la ropa.- pensó animada.


Esbozó una sonrisa entonces, saltó del sillón y salió volando de la salita de estar.

FIN 

Autor; José Gracia Teruel

Hurgar: menear o remover una cosa.
Fruncir el ceño: arrugar la frente,
Fruición: placer intenso que se siente por alguna actividad.
Distinción: elegancia y buenos modales.
Desconcierto: confusión o falta de orden.
Poncho: prenda de abrigo formada por una manta con una abertura en medio para la cabeza.
Mañanita: Prenda de vestir en forma de capa corta que las mujeres se ponen sobre el camisón de dormir.

miércoles, 6 de julio de 2016

El camello sin cuerda

Estaba a punto de caer el sol y la caravana se preparó para pasar la noche en el desierto. El muchacho encargado de los camellos se acercó al guía y le dijo:
-Señor, tenemos un problema. Hay en total 20 camellos, pero sólo tengo 19 cuerdas. ¿Cómo podemos solucionarlo?.
El guía quiso tranquilizar al joven diciéndole:
-No te preocupes, los camellos no son muy listos. Acércate al que ha quedado suelto y haz como si lo atases. Verás que se quedará allí quieto, como si en realidad le hubieses puesto una cuerda del cuello y de las patas.
Siguió su consejo y, a la mañana siguiente, cuando la caravana volvió a ponerse en marcha, todos los camellos comenzaron a avanzar en fila. Todos, menos uno.
-Señor, hay uno de los animales que no quiere caminar esta mañana-, le dijo el chico encargado de la manada al guía.
-Es, por casualidad, el que se quedó sin soga?-, le respondió.
-Sí, ¿Cómo lo sabe?-, continuó extrañado el joven.
Ve y haz como que lo desatas, porque, si no, se creerá que aún está trabado. Por eso no quiere caminar-, le explicó el guía.
Lo mismo le pasa a mucha gente, que son camellos atados sin cuerda, porque los límites no los impone la realidad, sino nuestras propias creencias.