Un cuento de Begoña
Ibarrola – Adaptación de José Gracia
Escena 1 - Jaime y Claudia en el jardín
Narrador: Jaime tenía una gran amiga que
se llamaba Claudia a la que intentaba demostrar cuánto quería, y siempre que
estaban juntos le hacía la misma promesa:
Jaime: Claudia, cuando sea mayor me
casaré contigo.
Claudia: ¡Pues vale!
Jaime: Sé que no te lo crees porque me
ves renacuajo, pero soy muy valiente. Tú pide, pídeme lo que quieras. Soy capaz de traértelo en un santiamén.
Claudia: ¡Vaya! Así que estarías
dispuesto a hacerme un regalo… ¿Un gran regalo?
Jaime: Sí, un regalo regalísimo.
Claudia: Pero grande, grande…
Jaime: Sí, grande, grande, grandísimo.
Claudia: Tan grande como un queso
gigante.
Jaime: Como un queso, quesísimo…¿Un
qué…?
Claudia: Tan grande como un queso
gigante que todas las noches cuelga del cielo entre las estrellas. Me refiero,
por supuesto, a la luna. Siempre me ha fascinado la luna.
Jaime (Con gesto preocupado):
Esto…esto…
Claudia: Te has quedado callado.
Jaime: Pues sabes lo que te digo… Que
puedo traerte la Luna. Y eso que a mí no me gustan las alturas, que me mareo
fácilmente, pero como soy tan, tan
valiente y te quiero tanto, tanto, soy capaz de alcanzarla para ti.
Claudia: (riendo) De verdad harías eso.
Jaime: Sí. Pero como está tan alta
tendrás que esperar dos santiamenes…o dos y medio. Oye, se me ocurre una cosa:
Puedo llevarte la Luna a casa. Esta noche cuando abras la ventana de tu cuarto,
que da al jardín, la verá sobre las ramas de un árbol.
Claudia: ¡Guau!… ¡Va a ser genial!
Escena 2 Jaime habla con la Luna
Narrador: No cabía duda de que Jaime
quería impresionar a su amiga, de modo que aquella noche se ató un enorme globo
a la espalda y subió hasta la Luna para pedirle que aceptara bajar con él a la
Tierra y convertirse en un regalo para Claudia.
Jaime: Entonces qué opina sobre mi
idea. A Claudia le haría mucha ilusión tenerla en casa. ¿Querría usted ser su
regalo regalísimo?, Señora Luna.
Luna: ¿Cómo se te ha ocurrido? Mucho
debes de querer a tu amiga, pero ¿no crees que has ido demasiado lejos? ¿Te
imaginas lo que diría el Sol si me marcho? Él y yo formamos un buen equipo que
cuidamos de la Tierra.
Jaime: ¡Oh, vaya! Comprendo...
Luna: ¿Sabes lo que sucedería si me
fuera? La noche se quedaría siempre a oscuras y el mar no me lo perdonaría ya
que soy la responsable de que suban y bajen las mareas.
Jaime: Lo entiendo…pero… ¿qué pensará
Claudia de mí? Le puedo decir que… No, mejor le diré… Pero si le digo eso luego
va a creer que… En fin, tendré que
contarle la verdad.
Escena 3 Claudia y Jaime
Claudia: ¿Sabes?, Jaime, anoche estuve
mirando toooooodo el tiempo por la
ventana.
Jaime: Sí…bueno…esto…
Claudia: Y no vi ninguna luna en mi
árbol.
Jaime: Verás, Claudia. Tengo que
decirte algo.
Claudia: ¿Sí?
Jaime: La Luna no podría
abandonar al sol, ni dejar a la noche
sin su luz…Y luego está lo de las mareas.
Claudia: ¿Qué te mareas…?
Jaime: (avergonzado) No, no es eso.
Resulta que…Es que… No te he podido traer la Luna.
Claudia: ¡Vaya! ¡Cuánto lo siento!
Jaime: Pero…pero te traeré una
estrella. Cada semana subiré hasta el cielo y alcanzaré una estrella para ti.
Claudia: Pero…
Jaime: No se hable más…
Claudia: No hace falta que…
Jaime: Hoy mismo subiré en globo hasta
el cielo, alcanzaré la estrella más bonita y la colgaré en la rama de tu árbol.
Si una luz te despierta en mitad de la noche, puedes asomarte a la ventana.
Escena 4 Jaime y la jardinera del Cielo
Narrador: Cuando aquella noche Jaime
alcanzó su primera estrella pensó que no pasaría nada ya que había millones de
ellas. Descendió luego en su fantástico globo a la Tierra y la dejó en la
ramita del árbol de Claudia. Con tanta luz, la niña se despertó y vio la
estrella en su jardín. ¡Quedó sorprendida! A la
semana siguiente Jaime volvió a por otra estrella y más tarde subió a coger
otra… Fue entonces cuando el niño se tropezó con algo que no esperaba. Un
personaje luminoso apareció de repente:
Jardinera del cielo: ¿Qué haces tú aquí?
Jardinera del cielo: ¿Qué haces tú aquí?
Jaime: Vengo a coger una estrella para
regalársela a mi amiga Claudia y demostrarle que la quiero.
Jardinera: ¿Acaso crees que regalándole
estrellas va a quererte más?
Jaime: ¿Y tú quién eres?
Jardinera: Yo soy la jardinera del Cielo.
Soy la encargada de cuidar las estrellas. Desde que nacen hasta que se apagan
me encargo de que brillen y alumbren por la noche, y de que cada una ocupe el
lugar que corresponde en la inmensidad del Cielo. Últimamente echo en falta
algunas estrellas. ¿No sabrás tú por casualidad dónde pueden estar?
Jaime: Es que yo le prometí a Claudia
que le regalaría la Luna, pero no pudo ser porque solo hay una y tiene mucho
trabajo. Entonces le prometí una estrella de regalo cada semana. Como había
tantas pensé que no pasaría nada y que nadie las echaría en falta.
Jardinera: Así que eres tú el que robó las
estrellas… ¿Cuál es tu nombre?
Jaime: Me llamo Jaime.
Jardinera: ¿Y dónde están ahora las
estrellas?
Jaime: Están en casa de Claudia. Ella
las cuida muy bien, las tiene en el jardín para que vea a sus compañeras por la
noche.
Jardinera: Sí, pero creo que aún así las
estrellas estarán tristes ya que todas pertenecen a una familia… y ¡tienen un
nombre! ¿No has visto alguna vez una
estrella fugaz? Son realmente lágrimas de estrella. Por cada una que se perdió,
una familia llora la pérdida.
Jaime: ¡Vaya! No sabe usted cuánto siento
que las estrellas estén tristes.
Jardinera: Eres un buen muchacho.
Jaime: ¿Qué pensará Claudia de mí
ahora?
Jardinera: Jaime, dentro de tu corazón hay
millones de estrellas. No necesitas venir al cielo a robarlas.
Jaime: ¿Cómo puede ser? En mi corazón
no cabe ni una sola estrella.
Jardinera: Son mucho más pequeñas pero
brillan más que las del cielo. Cada vez que sonríes regalas una estrella; cada
beso que das, cada palabra cariñosa, cada por favor, cada gesto de amistad, es
una estrella que regalas y que hace feliz a quien la recibe.
Escena 5 Jaime explica a Claudia lo sucedido.
Jaime: Y entonces apareció la
Jardinera del Cielo y me dijo: “Está muy mal coger estrellas porque sus
familias se ponen muy tristes y lloran lágrimas fugaces… o sea, estrellas
fugaces.
Claudia: Ya notaba yo que las estrellas de mi
jardín empezaban a apagarse. ¡Ay!, Jaime… Ahora la que está triste soy yo. Y
todo por querer hacerte el valiente… pero si yo misma podría haber subido a
alcanzar una estrella. ¡Qué bobos sois los chicos!
Jaime: Eso es cierto. ¡Ah!… y me dijo
que en nuestro corazón teníamos miles de pequeñas estrellas que brillan más que
las del cielo. Se iluminan en cada gesto de cariño, en cada palabra de amor.
Claudia, este beso es una estrella para ti. ¡Muak!
Claudia: Jaime, este beso es una estrella
para ti. ¡Muak!
Narrador: Y esa misma noche los dos se
fueron al cielo al devolver las estrellas y pedir disculpas por haberlas
robado. A partir de entonces, los dos
amigos crecieron felices coleccionando
cada día estrellas en sus corazones y contemplando cada noche el cielo
iluminado, mientras pensaban cuánto trabajo tendría la Jardinera del Cielo.
FIN
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